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Gringuito en New York

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La película chilena Gringuito se proyectó en el Graduate Center de la City University of New York el 9 de marzo, en compañía de Sergio M. Castilla, su director, quién es además escritor, actor, productor y residente nuyorkino desde 1979. Castilla vivió exiliado durante el régimen de Pinochet, estudió en Francia y ha trabajado en ocho largometrajes y varios cortos. El evento me sirve de pretexto para darme gusto criticando esta película chilena de 1998, polémica no sólo por sus referencias al período militar chileno, sino también por su ejecución.

A propósito de la reacción del público a la película en su momento, el director hizo notar que en países de escasa producción cinematográfica como Chile, toda película lleva a cuestas el reto de satisfacer la sed acumulada de historias locales y en consecuencia se enfrenta a expectativas muy elevadas. También comentó que al estrenarse en su país, la película tuvo más rechazo entre el público políticamente de derecha y defendió el filme recordando el altísimo índice de audiencia que consiguió al estrenarse en televisión.

Gringuito cuenta la historia de Iván (Sebastián Pérez), un niño nacido y criado en Nueva York hijo de chilenos, que un día se muda a Santiago cuando su padre (Alejandro Goic) acepta un trabajo importante en Chile. Con su madre (Catalina Guerra) a punto de dar a luz y a cargo de la sirvienta María (Tamara Acosta), Iván decide aventurarse por las calles de Santiago en donde conoce al Flaco (Mateo Iribarrén), un vendedor de frutas callejero.

Lo que seguramente fue una buena idea original logra ser una película interesante mas no memorable, sobretodo por los personajes y actores, exceptuando al Flaco y a Maria. Los protagonistas son predecibles, llanos y un tanto artificiales, y la actuación es trivial. Iván es poco carismático por decir lo menos. Los papás del niño son también antipáticos y la abuela resulta demasiado insoportable hasta como suegra. Cada personaje parece perseguir nada más que una cosa. Hay un taxista, por ejemplo, que no piensa más que en devorarse a la sensual sirvienta, vestida con minifalda como en las telenovelas. La actuación en algunos casos es también digna del género.

Aún así, Gringuito puede interesar a muchos por la crítica moderada que hace a las frivolidades propias de las clases sociales dominantes, en contraste con la candidez de las clases populares, y porque es al fin de cuentas una historia de libertad. El mundo del Flaco es simple, libre y sincero, y logra cautivar al niño mucho más que la vida protectora que ofrece su casa. Iván en el fondo extraña la libertad que gozaba en las calles de Nueva York.

La película mereció el premio especial OCIC en el Festival de Cine Latinoamericano de la Habana en 1998 y una mención honorable del jurado de cine infantil en el Festival Internacional de Cine y T.V. de Cartagena de Indias en el 2000.

El director aprovechó la oportunidad para mostrar avances de su última producción a estrenarse próximamente: la historia de cuatro jóvenes librados del suicidio y reunidos como grupo de rehabilitación a cargo de un doctor bailarín. Estaremos atentos.